Sucede a menudo,
mientras transito por esta vida
en permanente equilibrio inestable
por entre los infinitos e ilusorios
espacios movedizos que la invaden,
que veo, como si de pronto,
los seres que los habitasen
hubiesen decidido confluir
en un mismo punto,
en el preciso instante, justo,
en el que siento como el mundo
se inclina hacia el lado
en el que nunca acierto a hallarme.
Entonces vomito lágrimas,
como siempre que el dolor se me indigesta;
a menudo las amaso
para hornear poemas
y así alimentar las almas,
la propia y las ajenas
tan deseosas de calma
tan inundadas de penas.