Mi madre me parió
con nombre de montaña
para atravesar estable
la oscura noche del alma.
De mi padre comprendí
el poder de las palabras
con las que creé mundos
que sirvieron de refugio.
Los hijos que yo no tengo
nacieron de mis hermanas.
Mi vida la he ido haciendo
entre silencios y lágrimas
que me han prestado sus manos
cuando todos las negaban.
No lamento mis tristezas
siempre llenas de esperanzas,
llaves que me abrieron puertas
cuando todas se cerraban.
La poesía vino a mi
cuando aún deletreaba
en el pueblo en que nací
ahora ribera lejana,
exiliada de un hogar
donde la paz no reinaba.
He cumplido mi condena
si tenía que pagarla
y ahora vivo despojada
de aquello que me atormenta;
soy más libre, más atenta
aunque mi herida profunda
no haya cerrado completa. Abril 2009.
